Verdad desencadenada e inconsciente VILLAGRA Elsa Aquel que me interroga,
Entiendo que, pensar al semblante como una forma interrogativa provoca la resonancia de una pregunta fundamental que hace a la estructura del sujeto: ¿Qué me quiere?, fórmula que cuestiona su lugar en el Deseo del Otro. En esta línea, es el analista quien sostiene la puesta en tensión del Che vuoi? a lo largo de un análisis. En su Escrito :"La subversión del sujeto...", Lacan
introduce esta pregunta en el marco de otras dos interrogaciones, que
se muestran secundarias a respuestas ya existentes: Recordar este texto, tiene el sentido de ubicar al "¿Qué me quiere?" como el modo de desmontar con esta pregunta, las respuestas que el sujeto ya se ha dado, cuando se nos presenta al demandar un análisis, a saber: el yo que desconoce, el síntoma que cojea y el fantasma que vacila. Todas ellas son instancias donde la verdad se dice a medias, como siempre.
El modo paradojal, oracular, por el equívoco, serán algunos de sus recursos, no engordando al síntoma de sentido sino apuntando en su decir a la hiancia, al intervalo en la cadena significante. Si el síntoma constituye esa anomalía en la que consiste
el goce fálico, de esta relación con el goce el sujeto se
queja pero la desconoce. Esta queja es una de las formas en que la verdad
se encadena. Al ocupar el analista el lugar de semblante de objeto a, se invierte
la fórmula fantasmática, parte superior del matema del discurso
analítico. Ocupa entonces el lugar de objeto causa de deseo, que
barra al sujeto promoviendo así la caída de los significantes
amo. Adviene el discurso histérico, cuyo agente es el S barrado,
el analizante. Quisiera retomar ahora lo relativo al modo oracular de intervención del analista, para luego abordar los otros modos, paradojal y por el equívoco, ya que hacen a la puesta en juego del A tachado, como portador de una falta fundamental que ocasiona su forma interrogativa. El modo oracular está causado por una temporalidad retroactiva que condiciona a la operación del analista. El inconsciente al desistirse testimonia que no consiste sino en él. Es puro corte y se revela en el tiempo fulgurante en que es efectuado, en que se desvanece. Su temporalidad es lo que "habrá sido" inconsciente, el futuro anterior. Apertura y cierre, se anticipa al eclipsarse.
Lacan dice que el inconsciente es un savoir faire con lalangue. Que la interpretación opere con el equívoco -lógico, gramatical u homofónico- ocasionará la pérdida de goce que lalangue civiliza. El decir a medias de la interpretación es correlativo de la verdad medio-dicha y de la evanescencia del inconsciente. El chiste nos muestra, y de alguna manera es paradigmático, de que lo que se dice a partir del inconsciente participa del equívoco, porque en él se produce la equivalencia del sonido y el sentido. En esta misma línea, podemos ubicar los juegos de palabras en la escritura poética.
Concluyamos entonces: no se trata de restaurar una verdad, ya que esto implicaría una verdad que pudiera decirse toda. Las intervenciones del analista operarán con una verdad a medias, con un decir sesgado como el "no te lo hago decir" a la vez que se promueve que se diga. Es la paradoja, el modo oracular y equívoco, el juego con el sinsentido, enigmático, que hace a la operación analítica. Que el analista forme parte del concepto de inconsciente, implica justamente, que opere con sus mismas leyes. " Es en tanto que una interpretación justa extingue el síntoma -dice Lacan - que una verdad se especifica por ser poética".
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