IDEAS PLATÓNICAS
E INCONSCIENTE FREUDIANO

SZPIRKO Jean


¿ Cómo comprender que un hombre teniendo " buena reputación ", inventor de un sistema de coloración que permite poner en evidencia las fibras nerviosas, y sobre todo habiendo contribuído con Carl Koller en el descubrimiento de las propiedades anestésicas de la cocaína, abriendo asi nuevas perspectivas en la investigación y en la cirujía o cómo comprender que este hombre, preocupado por hacerse un nombre en la sociedad antisemita de su tiempo, llegue a escribir libros sobre cosas irrisorias como los sueños, los actos fallidos, los lapsus y los chistes más o menos picantes sacados del folklore judío ?
¿ Cómo comprender, además, su insistencia en recurrir, sin desistir, a teorías sexuales infantiles " reprimidas ", inconscientes - por consiguiente inaccesibles - para explicar lo inexplicable como la lógica de los filósofos que buscan - como los " cientÌficos " de hoy en día - establecer " los sistemas del mundo " ?.

Un término importante que deseo situar en primer término en la introducción de este texto es el verbo " comprender ". Este verbo es, en efecto, un " leitmotiv " que vuelve constantemente, cada vez que un humano habla, dirigiendose a un " interlocutor " más o menos imparcial, del cual espera, como mínimo, un eco, una suerte de aquiescencia aunque sea silenciosa : " ¿ usted me comprende, no es verdad ? ". Intentaré, a partir de este verbo, formular una breve argumentación para ilustrar como, en la actualidad, " el malestar en la civilización " está sostenido por una concepción neo-platónica del mundo que se opone radicalmente a la lectura freudiana revisada por Lacan.
Sin esta oposición, la concepción neo-platónica podría pasar por una " evidencia ", y no sería, por tanto, cuestionada. Es, me parece, en la limitación generada por este cuestionamiento, que introduce un desfase en las certidumbres, que se renuevan las defensas contra el psicoanálisis, al punto que la palabra " inconsciente " es utilizada, actualmente, por otras disciplinas que el psicoanálisis, como la neurología, en una definición completamente distinta.
Si para Freud el inconsciente es sexuado, lo que ocasiona eventualmente escándalo no concierne a una referencia exclusiva al sexo, sino a ciertas consecuencias en cuanto al estatuto de unas " ideas " que nunca estan desprovistas de unos contenidos subjetivos.
La comprensión se refiere esencialmente a la lógica y a los saberes " científicos " que proponen las articulaciones de proposiciones, diferencias, jerarquías, valores cualitativos o cuantitativos, reglas de combinaciones. Cada uno sabe que si el saber es transmisible, la experiencia, ella, no lo es : cada humano tiene que redescubrir por sí mismo el sabor de un primer beso a pesar de la literatura importante que él haya consultado sobre este tema.

Existe una relativa incompatibilidad entre los registros de razonamiento y los de las creencias. Estas últimas están ilusoriamente repartidas por todos en un no-dicho implícito que hace figura de evidencia. Cuando estas " evidencias " son puestas en falta, entre los diferentes remedios considerados, se puede contar con las seducciones ofrecidas por ceremonias, sermones, debates que movilizan las emociones o bien los razonamientos en los cuales sobresalen las disciplinas que aspiran al status de " ciencia ".
En el dominio de las creencias y de la fe, los razonamientos comportan sin embargo los límites incontorneables y no ofrecen como último recurso más que el de la apuesta de Pascal.

Cada humano es titular de una concepción del mundo bajo el abrigo de una religión más o menos reputada o repartida de las cuales ni las ciencias ni el psicoanálisis están excluídas.
Si Freud afirma que el psicoanálisis no es una concepción del mundo a pesar de la posición de muchos pretendientes a un saber sobre esta disciplina, Lacan, que ha puesto el acento sobre las funciones del lenguaje, puede ayudarnos a sostener porqué. Estas " razones " nos alumbrarán sobre ciertas resistencias modernas al psicoanálisis. Para Freud y para Lacan, la humanización,


el acceso al lenguaje y el desarrollo de la sexualidad se acompaña uno al otro en una historia específica donde las relaciones con la verdad y con el saber no cesan de presentar problemas y cuestionan las " buenas reputaciones " refugiadas en lo " políticamente correcto " de una sociedad.

En las ciencias, donde el verbo " observar " tiene una plaza privilegiada, la observación no es posible más que convocando permanentemente las referencias adquiridas, las nominaciones sin las cuales no habría nada a ver. Todo descubrimiento no deviene " observable " más que por el medio de nominaciones en el marco de una disciplina específica que le ofrece el lugar de una inscripción y de una transmisión en espera de complementos, gradaciones y de críticas. Todo concepto no existe más que en el campo del lenguaje o de la escritura : sin palabras para explicar sus combinaciones, las ecuaciones o las fórmulas serían indecifrables.

Según Platón las sombras son una alegoría del lenguaje. Aplicando al " mito de la caverna " la lectura al revés de lo que propone Levi-Strauss a propósito de otros mitos nosotros podemos coger cómo puede nacer la idea de una Idea, a partir de la incapacidad donde se encuentran los hombres para decir exactamente lo que ellos querrían sin renunciar, sin embargo, a la esperanza de llegar a conseguirlo un día. Las líneas de perspectiva de la palabra convergen hacia un punto en el infinito. En este lugar arbitrario a la vez simbólico e imaginario, dos términos se confunden : la Idea y el Ser, a los cuales nadie tiene acceso. Dicho de otra manera, la Idea no preexiste a una enunciación, ella está producida por la incapacidad específica del lenguaje para cernirla, para dominarla, en el movimiento del decir. Ella es, como el lenguaje, descendiente de una falta sin cesar en la búsqueda de un Grial al cual nadie renuncia sin pena.
Deviene entonces posible enunciar como el acceso al lenguaje, sin el cual no hay saber, instaura en el mismo movimiento una relación a la falta : aquella que estructura el deseo en su relación con el objeto inasequible. Esta lectura me parece esclarecer la forma de considerar " la ciencia " venerada como un fetiche. Esta idolatría moderna es evocada o cuestionada en las producciones artísticas, literarias, en particular en el cine - lugar privilegiado del culto a las imágenes- donde es posible tener acceso al universo subjetivo de un otro (Tron, Matrix, Existenz, El sexto sentido,...).
Asistimos, así, al resurgimiento de concepciones neo-platónicas (1): las ideas serían accesibles a todos, por la virtud de una gracia, de un poder, o por medio de la técnica. Esta última propone una especie de universo virtual susceptible de ser explorado por muchos, en una misma mirada, cada uno siendo capaz de " comprender " y de compartir una experiencia con otros. Gracias a estas técnicas el verbo " comprender " y el sustantivo " comunicación " se vuelven las nuevas formas de una Eucaristía celebrada en numerosas misas laícas en el seno de instituciones y empresas.

Hacer del psicoanálisis una disciplina obsoleta permite preservar la ignorancia del perpetuo desmentido que ella opone a los promotores de las nuevas religiones : new age, cientificismo, liberalismo, comunismo, a los " buenos sentimientos " que desconocen la ambigüedad de los ideales, como, por ejemplo, el racismo en acto en nombre de un semblante de tolerancia presentada como un " derecho a la diferencia ".
Promover la creencia en las " ideas " permite, sin duda, sostener la ilusión de poder resolver los problemas ligados a la diferencia radical que separa los " seres ", gracias a las respuestas técnicas presentes o futuras, evitando cuestionar el lenguaje sin el cual estas ideas no habrían llegado a existir. Esta permite igualmente desconocer una aspiración contradictoria : querer a la vez ser diferente de los otros y ser como todo el mundo. El concepto de " sujeto " que se esquiva permanentemente de un " fantasma de dominio ", cuya universalidad se declina caso por caso, en su radical singularidad ofrece una respuesta no normativa a esta contradicción.
Si el psicoanálisis no es una concepción del mundo, resulta que sus teorizaciones son inseparables de una práctica que interroga las formas lenguajeras de la demanda, que expresan y enmascaran en el mismo movimiento, caso por caso, la dificultad para decir el sufrimiento, el cuerpo, lo verdadero, el Ser o la Idea, sin proponer una ilusoria resolución.

Renunciar a esta ilusión implica asumir una cierta relación con la falta por la cual el deseo se deduce como una idea que las obras de los psicoanalistas buscan cernir sin consideración, a veces, de las conveniencias.

En este reconocimiento de una ideología en la civilización que se refiere a las concepciones neo-platónicas, el psicoanálisis ofrece la ocasión de otra lectura. Que los cientistas convoquen - sin nombrarlos y sin duda sin saberlo - a Platón para resistir a Freud, es una operación que comporta algunos sabores dolorosos, adecuados para reforzar la agudeza de una mirada sobre la actualidad.

(1) Por Platón, las Ideas se quededarían inasequibles.


Traducción: C.González y M.Lasala. Barcelona, Diciembre 2000