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Para la Sesión II del Congreso de Convergencia
SALAFIA Anabel
Freud nunca propuso que el fin del análisis conllevara una identificación
al Ideal del yo representado además por el analista. Al contrario
sus expresiones en contra de esta opción son explícitas
cuando trata el problema la reacción terapéutica negativa.
Esto no impidió sin embargo que el fin del análisis se planteara
en esos términos y no impide aún hoy que él mismo
fin del análisis constituya un Ideal del que se esperara una satisfacción
que podría estar en el horizonte de la cura desde su comienzo.
Lo anterior no es sólo una evidencia de que el lazo social y el
discurso son una y la misma cosa sino la constatación de que un
problema crucial se presenta respecto de tres términos: la identificación,
la transferencia y la angustia. Es sobre el fondo de una función
de la falta que Lacan ya ha articulado esos tres términos y el
objeto a sale a la luz. para situar eso que Freud consideró el
Complejo nuclear de la neurosis, el llamado complejo de castración.
Sin embargo la causa tendrá que situarse entre la castración
y la angustia para que el inconsciente freudiano requiera la dimensión
del Otro
Es un "Él no lo sabía" lo que constituye en un
mismo tiempo la falta y la dimensión. El tiempo de esa coincidencia
es una función del objeto a cuya única traducción
subjetiva es la angustia en tanto somos nosotros el objeto afectado al
deseo del Otro.
La función de esa falta que es la castración no podría
situarse sin esta traducción que el inconsciente lleva a cabo:
identificándose con la separación de la causa, haciéndose
equivaler él mismo a la castración, el objeto a es soporte
y agente de esta equivalencia. Lo cual hace a la función deseo
del analista.
Lacan considera que Freud está más cerca de la posibilidad
de encontrar el objeto -que en este caso debería llamarse "objeto-falta"-
de la angustia, en el artículo sobre lo Unheimlich, que en los
textos dedicado a ésta, sin duda porque allí se trata de
la experiencia en el campo de la ficción de que la falta puede
faltar, es decir que un objeto puede ir al lugar donde "a" falta
-lugar que se corresponde con el vacío que constituye la reserva
libidinal del sujeto y que no aparece en la imagen especular. (-phi, anota
Lacan)- El efecto de extrañamiento respecto de la propia imagen,
resulta de la captura fascinante que ejerce, la imagen en el espejo, experiencia
incomunicable al Otro, que no espera de él ninguna sanción:
la función de "a" que no tiene imagen especular, falta.
Esta ficción del Unheimlich es reveladora de la estructura del
fantasma, único dispositivo que el sujeto se da como intento de
alcanzar en el Otro la imagen de su deseo. Hay, en esto, una cierta pedagogía
del deseo si consideramos que el sujeto con su fantasma nos enseña
cómo aprehendió a desear.
Sin embargo la ficción de lo Unheimlich no carece de relación
con lo real, lo redobla al hacer faltar la falta. Esta surge como consecuencia
de la entrada de lo real en simbólico dado que en lo real nada
falta, el imaginario de lo Unheimlich al hacer faltar la falta finge una
coincidencia que no es tal -es obviamente distinto que la falta falte
del hecho de que nada falte- por lo tanto es respecto de lo simbólico
que el imaginario puede plantearse como doble de lo real. La alucinación
del dedo cortado en el Hombre de los lobos "realiza la castración"
en ese sentido.
El fantasma sostiene el deseo y la falta de la falta es defensa respecto,
no de la angustia, sino de eso de lo cual la angustia es señal.
Es decir que la angustia está presente en cualquiera de los dos
casos pero no articulada a la castración simbólica. Este
es el punto en que Freud se encuentra cuando debe explicarse el "miedo
a la castración" relativo al Complejo del mismo nombre así
como la falta de objeto cuando se trata de la angustia.
Es claro que la falta de la falta es situable en la dirección
de la cura en los distintos puntos en que ha tenido lugar en la vida de
un sujeto, sin que esto suponga una forclusión del nombre del padre.
Pero se trata en cada oportunidad de algo que nos revela la necesidad
de establecer una articulación del inconsciente con lo real a través
de la función de la falta.
Podemos considerar que era esto lo que Freud procuraba poder formular
en Inhibición, síntoma y angustia al ordenar la pérdida
según los cinco tipos que enuncia en ese texto.
La dimensión de la pérdida es inherente al campo de su descubrimiento,
es decir Freud en el campo que su descubrimiento genera él, es
el objeto. Lacan hará de la perdida la causa del deseo a partir
de lo que él llama su invento: el objeto a. Es metáfora,
nos dice Lacan, llamarlo objeto porque como tal es externo a toda noción
posible de objetividad.
Tanto más si pretendemos una coincidencia entre lo objetivo y lo
real. Lacan propone una objetalidad que resulta de un pathos del corte.
El sustrato de la función de la causa tiene su equivalente en la
libra de carne. Es decir, que el objeto perdido en los diferentes niveles
de la experiencia corporal repite la operación por la cual entramos
en la máquina formal del lenguaje. Recordemos que Lacan va definir
la pulsión como concepto límite entre la lógica y
el cuerpo.
Eso de lo cual la angustia es señal es esa irreductibilidad de
la causa es decir la función del objeto a como resto, lo que también
significa objeto de la identificación: a la melancolía nos
indica que el duelo responde a la lógica de la falta y que la falta
de la falta, "la sombra" que Freud nos dice: "cae
sobre el yo" no es únicamente metáfora sino función
del objeto a.
¿Es este objeto que no hace relación el que debería
permitirnos avanzar con el inconsciente freudiano? En todo caso es éste
él que abrió el camino de la falta, que es el del azar,
es decir, eso que la falta de la falta, en su aspecto forclusivo, como
"rechazo de las cosas del amor" parece poder suspender.
En el Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI del 17-V-76
a propósito del objeto a Lacan dice: "Lo realice por haber
producido la única idea concebible del objeto, lo de la causa del
deseo, o sea de lo que falta.
La falta de la falta constituye lo real, que sólo surge allí
como tapón. Ese tapón que sostiene el término de
imposible, cuya antinomia con toda verosimilitud nos muestra lo poco que
sabemos en materia de real".
Anabel Salafia
Referencias bibliográficas
Freud Sigmund. Lo siniestro. 1919. Biblioteca Nueva, Madrid. Tomo VII.
Freud Sigmund. Inhibición síntoma y angustia. 1925. Biblioteca
Nueva, Madrid. Tomo VIII.
Lacan Jacques. L´ angloisse. Séminaire 1962 - 1963. Publication
Document A. F. I.
Lacan Jacques. Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI.
París. 17-V-1976.
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