Mirando-se
La fase del espejo en Lacan

RANGEL AMAZONAS Adriana


La formulación de "La fase del espejo como formador de la función del yo tal cual nos es revelada en la experiencia psicoanalítica" es una construcción lacaniana en el camino de los avances del inconsciente Freudiano. Freud no tuvo claro cuál era la fuente de energía que el yo utilizaba para avanzar en la realidad, según Lacan, porque estaba restringido "a esta ilusión de objetividad, heredada de la psicología clásica, que se constituyó por la idea del sistema percepción consciencia (1)". Lacan afirma que esa energía viene de la "pasión narcisista" vivida en la fase del espejo, viene de la "pasión desmedida, que especifica el hombre por conservar en la realidad su imagen...(2)".
El yo mientras instancia imaginaria del sujeto se constituye en un determinado pasaje lógico frente al espejo (real y simbólico). Pasaje de un estado de legumbre (3) para una identificación narcisista con la propia imagen. La imagen del propio cuerpo cautiva al sujeto y lo captura en una inversión narcisista. Alrededor de los 6 meses el bebé demuestra alegría al verse en el espejo, se reconoce, se subjetiva en la duplicidad que implica la imagen. En la Gestalt visual de su propio cuerpo el sujeto anticipa una madurez de su potencia. El niño "anticipa en el plano mental la conquista de la unidad funcional de su propio cuerpo, todavía en ese momento inacabado, en el plano del movimiento voluntario (4)".
Es frente al cuerpo despedazado que la etapa del espejo se constituye como camino trágico para la precipitación del yo, precipitación que parte de la insuficiencia para la anticipación de una certeza imaginaria. La imagen del otro trae mi cuerpo cosido por pedazos. Una imagen atrayente que me captura. El cuerpo despedazado es integrado en cuerpo propio, como dice Kehl "la imagen de ese doble organiza la imagen del propio cuerpo, en su función de relación(5)".
Acto del sujeto, el yo se precipita y se implica en una exterioridad de imagen. Anticipación de una congregación palpitante en una visión potente. La constitución del estatuto del ver y ser visto, de ser visto viéndose. El yo se reconoce y por ser reconocido se transforma en elemento significante y no solamente el elemento imaginario en relación con la madre. El yo aparece como un punto de anclaje de una diferencia en relación al falo(6). Ofrece resistencia a la identificación con el falo materno. Funciona como un nudo que lanza el sujeto mas allá del objeto inmediato. El yo tiene en su horizonte al padre y a los hermanos como puntos de identificación secundaria que funcionan, a pedido del sujeto, como suplentes a la insuficiencia del trazo unitario. El doble está colocado de salida en la imagen, y es de ahí que deriva toda la cuestión de la agresividad y del universo que Kehl llamó de función fraterna y que Lacan llamó de complejo de intrusión (7).
El otro es frecuentemente experimentado por la llegada de un hermanito, que va a sacar al niño de la "ventanita." La pérdida del seno materno, dolorosamente descripta por Santo Agostinho es recordada por Lacan: "Vi con mis propios ojos y conocí bien al niñito dominado por los celos: todavía no hablaba y ya contemplaba, pálida y con una expresión amarga a su hermano de leche(8)". Recuerdo el caso de una joven paciente que, por ocasión del nacimiento de su segundo hijo, percibía el "comportamiento extraño" del primer hijo, quien acababa de enfrentar el destete y comenzaba a hablar. La joven se preguntaba qué sucedía con el niño, porque cuando estaban juntos el niño, la madre y el bebé, de repente el niño con una mirada perdida comenzaba a llorar exclamando: -Yo, yo, yo...
Pero el sujeto no tiene otra salida, tiene que precipitarse al mar de las tragedias o es tragado por el deseo de la madre. Escapa de la madre y cae en la fratría, donde tiene que enfrentar las rivalidades entre los iguales, aunque diferentes entre sí. Los hijos tienen cada uno un nombre y una dirección(9) en lo que le confiere pertenencia al grupo familiar.
Lacan nos dice que entre los 6 meses y los 2 años y medio la dialéctica del comportamiento del niño trae una duplicidad estructural en la identificación con el otro. Esclavo identificado con el señor, actor con el espectador. La etapa del espejo en cuanto drama que antecede el Édipo introduce los elementos fundacionales del fantasma. En este sentido, la realidad le llega al sujeto de un lado bajo la forma virtual de la imagen del cuerpo, y, del otro, por la vía de la introducción del significante en el campo de experiencia del sujeto.
El yo y el otro se colocan de inicio triangularizados "en la tensión conflictiva interna al sujeto, que determina el despertar de su deseo por el objeto del deseo del otro(10)". Momento pendular que inscribe el deseo en el lazo(11) y en el embarazo de las fratrías, en la mejor de las hipótesis, o entonces.... "no tiene salida!"
En el inicio, entonces, el sujeto tiene una imagen de sí mismo que funciona como ancla contra la angustia de la desintegración. El comienzo del mundo visible, el yo y sus objetos en lo concerniente a las relaciones de conocimiento, en el ámbito de las intenciones del sujeto en relación al mundo. Ver y ser visto, ser visto viéndose, donde viendo es tanto ver como vender (su propia imagen) y donde el sí, como pronombre reflexivo de la tercera persona del singular, indica la posición del yo dirigida a un tercer término que es el objeto del deseo del otro.
Se trata de una "relación erótica, en que el individuo humano se fija en una imagen que lo aliena de sí mismo(12)".Va a camino de su destino edípico coleccionando proyecciones especulares, confeccionando su estructura caleidoscópica, en ese espacio, como nos dice Lacan, donde se proyecta el conjunto de imágenes del yo.
El yo quiere ganar espacio y por eso impulsa el hombre en el campo de los avances del conocimiento y de las guerras por el poder político y económico. Pero el yo también teme a la muerte y a la lesión narcisista al propio cuerpo, teme caer en el vértigo de la dominación del espacio. Delante de eso, solo el pacto civilizador en nombre del padre, puede poner un posible final a esa ambivalencia y dar oportunidad para los agenciamientos libidinales propios de las relaciones fraternas. Relaciones complejas y difíciles, demasiado humanas, estas nuestras relaciones cotidianas, frecuentemente impregnadas de resentimientos y frérocite (13).

Notas

* Lacan, J. Escritos. Zahar, RJ, 1998
(1) Lacan, J. Escritos. La agresividad en psicoanálisis. Zahar R.J. 1998._p.119
(2) Iden Ibiden,
(3) Legumbre: Término atribuido por Luciano Elia (Laep) al "infans" de Lacan
(4) Lacan. Opus cit. p.115
(5) Kehl, María Rita (org) Función Fraterna. Relume Dumará. RJ.2000. Artículo: Existe una función fraterna ? p. 37
(6) Vide Lacan. Seminario 5. Zahar. R.J. 1999 p. 236
(7) Lacan J. La Familia Assírio y Alvin. Lisboa. 1981
(8) Lacan Opus cit p.117
(9) Para algunos la dirección parece estar de puertas cerradas, lo que determina un costo a más para el sujeto. Lacan relata en el Seminario 5 la inclinación al suicidio de algunos sujetos que fueron hijos rechazados (p. 254).
(10) Lacan Opus cit. p.116
(11) Lazo: significante que designa el primer nombre de la escuela de psicoanálisis de la cual soy miembro. LAEP: Lazo Analítico de la Escuela de Psicoanálisis.
(12) Iden Iben
(13) "Frérocite": juego de palabras que Szpirko usa en francés para condensar los sentidos de ferocidad y fraternidad, en un texto esclarecedor sobre el Primer Congreso de Convergencia - París 2001