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Note de lecture
Jean Charmoille propone que el analista, desde su no olvido de lo que
ha descubierto como analizante al trabajar su condición de sujeto
dividido, se convierta no sólo en un buen entendedor del inconsciente
freudiano sino que también permita la emergencia temporal de un
significante sin significado que, como pasador de lo real que resiste
y vuelve, abre la transmisión del inconsciente puesto en acto en
la transferencia.
Propone pensar la transmisión del inconsciente freudiano, al que
llama "ese saber radicalmente Otro, como un acto, el de la imposibilidad
de olvidar que concierne a la represíón original, más
allá de los límites del principio del placer. Es decir,
en la insistencia repetitiva y significative aunque surja vacía
de significación. Sugiere, a su vez, recibirla como una experiencia
de discurso invocadora del significante que sin ser reconocido, es un
S "unerkannt", que aparece sobre el fondo de silencio, de falta
de
significante en el A.
El analista tiene que escuchar el llamado de esta "ignorancia fecunda",
este A que no responde, este lugar de silencio que muestra la castración
del A. Su posición de semblante, de no goce re-vela la insistencia
de una incógnita, la x de un deseo, el real que insiste más
allá del yo que habla y del otro.
Esta x es el "punto enigmático del que resulta un deseo causado
por lo real", punto que produce traumatismo, algo más que
una fractura, un clivaje nos dice el autor. Se pregunta si este clivaje,
objetivable porque entra en el campo de lo visible, puede ser recibido
como una auténtica subjetivación. Y luego, qué ocurriría
en el análisis si recibimos esta carta freudiana del traumatismo
como una experiencia de discurso, como invocación.
Plantea que el analista como incauto, como ese que no sabe, volvería
a encontrar esta falta en el saber del A que trabajara en su análisis,
responsabilizándose "de ese resto que, por medio de la repetición,
no cesa de insistir".
De este modo, el traumatismo interviene como "extraño pasador
del inconsciente" debido a que el hablante está fijado por
la insistencia de lo real, momento del fading en que la voz como pulsión
empuja la vida del sujeto del inconsciente, poniendo en continuidad, por
su propia iniciativa, la pulsión de vida y la pulsión de
muerte.
Concluye diciendo por una parte que la dialéctica del inconsciente
interviene como respuesta al encuentro de la falta de saber en el A. Pero
por otra, deja entrever que más allá de la dialéctica,
la verdad accede al parlante como un no sabido que sabe de esa x que no
pertenece a lo visible, "lo que aún no está simbolizado,
otra manera de nombrar el real que insiste". Este real invoca al
significante de los significantes, al Nombre del Padre pero en otra función,
la del padre como nombrante de ese algo del significante, S.
Es así que finaliza su trabajo señalando que: "Este
significante, extraño pues no forma parte de los significantes
reprimidos pero al mismo tiempo no totalmente extraño, ya que es
transmitido por la lengua de los antepasados, no deja de recordar tanto
a este "extraño" que Freud encuentra en el origen del
inconsciente como a ese "extraño pasador", el S(A), a
quien se debe todo avance".
lecture de MARIA B. DE MUSOLINO
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