TRANSFERENCIA, COMIENZO

MOSCOVITZ Jean-Jacques


"Su" psicoanálisis es "su última oportunidad" a causa de sus comportamientos suicidarios.
Síntomas: "sin domicilio fijo", aunque no sin trabajo, ella duerme en casa de amigos, de amantes. Referencia para sus padres, su entorno, "adulta precoz", ella anticipa, fóbica, su posición subjetiva, cortocircuito del Edipo, suponiendo un pasaje de lo pre-edípico a lo post-edípico, obligada a volver a los alrededores del Edipo a fin de que su cura exista. Ahí ella está, como pintura, cuadro en sus palabras, evocando un discurso lastrado por la mirada.
En las entrevistas preliminares cesan sus comportamientos (auto) destructores, su toxicomanía reaccional. Lo textual a mí dirigido es montaje en simetría, espejo, repetición de nuestro cara a cara. Lo escópico dispone su discurso, palabras yuxtapuestas sin relación en las que recuerdos y evocaciones sobre su vida real se confunden fácilmente. "Cuando no está ahí, Ud. no es "gente", sino que Ud. es yo" dice ella. De la mirada a la letra, ella altera así mi nombre, mi apellido, en cuyo lugar de significante cualquiera sucede su discurso sobre los atributos, la profesión de su padre. Montaje, pues, en simetría, donde el analista se halla en una posición únicamente sostenida en este "lugar de vacío", división del sujeto, constitución del gran Otro en relación a un primer desplazamiento/Enstellung, origen del "mal-entender" propio a la estructura del mensaje, y productor de un significante metafórico y su efecto, un sujeto del inconsciente. Pero también origen del "mal-mirar", origen de la inadecuación del sujeto y de su imagen, aunque igualmente su "fading" para renacer al mundo.
El vacío, la falta, el analista está en "lugar" de causa de transferencia, transferencia y ética del analista, la del señalamiento de la transferencia, de lo que sucede en el aquí y ahora de la sesión. Su narración, la casa familiar, recuerdos de historia reconstruida, dibujada en trazos picturales, trama-tejido de un motivo a lo largo de meses, palabras lastradas de esta simetría escópica de diferentes épocas/lugares. Con una distribución distinta de los espacios, el del analista, "habitación sin ventana, pero con música", el suyo, un "taller de pintura al aire libre", luminosidades singulares para las habitaciones de sus familiares. Escenas de palabras sobre su pasado y su presente que intentan erotizar la situación.
De ahí mi intervención, cuando ella atribuye mi apellido, deformándolo, a su...¡peluche! La transferencia se vuelve entonces posible para ésta "sin domicilio fijo", por el lugar acordado al peluche que ella "transfiere" de un lado a otro. Adscripción del pasado al presente: peluche/objeto transferencial que le permite evocar un cierto odio hacia mí en referencia a la pérdida de un peluche de su infancia; su madre no había querido "protegerlo". Peluche-objeto protector de su infancia contra la proximidad demasiado grande entre adultos y niños, la potencia fusional y de efracción de su familia. Su padre descubierto con otra mujer que su madre, he aquí la entrada en escena de la imagen materna: tratada de "menos que perra", de asesino, en masculino. Sus asociaciones de entonces: "querer hacerse daño, haber matado una parte de ella cuando debido a sus propias ausencias su psicoanalista no está". Y mi enunciación demasiado rápida acerca del nombre de su peluche, al extremo de que el analista "no sea gente, que no exista".
También un sueño dónde surge "el imposible goce sexual de un hombre a pesar de lo que ella haga". Y decir: "una mujer no es una madre" rectificado en seguida por "mi madre es muy masculina", "no es una mujer femenina". Lo que yo entiendo entonces acerca de su padre, es que su objeto de goce no es lo femenino, sino la mujer como tapón de su castración, siendo en el mejor de los casos el hombre del hombre. La metáfora paterna no ha barrado lo femenino detrás de la madre. La analizante se arriesga a esta confusión hija/madre/mujer. De ahí el llamado a una instancia paterna para acceder a la feminidad, llamada a una cierta mirada que haga caer como símbolo de la falta. De la mirada a la palabra como vacilación simbólica.
Estos alrededores del Edipo -freudiano- son en apariencia exclusión de lo femenino, ilegitimidad de la mujer como tal, puesto que el padre a un nivel estructural mantiene a la distancia justa, pero reunidos, falo, madre, hijo. ¿Es acaso lo femenino objeto pregenital que pasa directamente a lo post-edípico? El peluche y el estilo del discurso de esta mujer son un recurso a un falo de substitución, a una falta en su estructura, en su neurosis, en sus síntomas, como única subjetivación posible.
Ella pone a prueba, con sus numerosas ausencias a las sesiones, mi deseo de analista y también sus síntomas, réplicas no decibles de su angustia de destrucción, más allá de la rivalidad histérica contra el "lugar vacío" tenido por el analista.
Ausencias: repetición en la realidad de agujeros y signos de desfondamiento de su discurso, desfondamiento y no discontinuidad que es marca de lo simbólico, la puntuación, la articulación del silencio y de las palabras, del Yo a su palabra, su cuerpo, su memoria. Localización pues de los fallos del Otro primordial, ese lugar originario del lenguaje, propio a la función paterna que Freud llama la incorporación/Einverleibung, lugar de un sujeto anterior a la cuestión del sujeto, la represión originaria. Signo de que el Otro está ausente: vacío inherente a la palabra fundada sobre esa discontinuidad en lo simbólico.
Yo añado que la falta es falta del saber sobre la muerte, coextensivo a la renuncia a la inmortalidad, ligada estructuralmente a la función del padre muerto, aquél que instaura el límite del deseo. Esta función es la de borramiento, dejando abierto el enigma del emparentamiento con el lenguaje, origen sometido a la Prohibición del incesto y a lo imposible en la estructura. Para mi analizante, la reedición de sus síntomas en ausencias me indicó lo esencial de la función del padre. Estas ausencias eran pasaje al acto de la realidad misma del inconsciente, de lo que Lacan llama la transferencia, repetición en la transferencia de puntos de su neurosis. La simetría escópica se revela equivalente, por medio de las ausencias, al desfondamiento de la función paterna de la que ella es sujeto. Sus ausencias articulaban las condiciones mismas de su cura, transferencia, Edipo, castración, puesta en práctica de su demanda en el discurso. Las ausencias: en lugar del "silencio", sino "todo será destruido", lanzaba ella de forma recurrente antes de una gran serie de ausencias.
Ausencias pues, y su discurso donde se traman dos corrientes, Eros y Thanatos: doble flujo temporal: 1) de Thanatos y de su padre ligado a un objeto, la muerte, y 2) de Eros, la vida, su pintura. Thanatos, períodos de "anonimización" cometidos por su padre a causa de su trabajo, en el que habría engullido, destruido pueblos, casas, a fin de de construir carreteras y urbanizaciones en las regiones donde ella vivía, de niña. Muerto sin sepultura, muerte no dicha de su infancia. Thanatos, un sueño, el de dos "i", paradigma de la simetría escópica, analogía en su apellido/nombre al mío. A la rapidez de mi enunciación, la analizante reclama reparación, imperativo de su deseo de describir el pasaje lingüístico para transmitir la interpretación de su sueño. Ella cuenta entonces lo que ella ha "visto", más que "leído" en el periódico, un reportaje sobre las hermanas gemelas llamadas "de Mingele", el verdugo/doctor de Auschwitz. Ella expresa entonces, por analogía significante, el escamoteo de la cuestión de la muerte en su familia por el gran escamoteo de la Historia de nuestro tiempo, el del Holocausto, de la desaparición de los cuerpos, de su mutilación. Advertencia, aquí aún, de lo que en numerosas curas, es significado por la dimensión de la mortificación del inconsciente en relación a la muerte en masa, a la masificación de la palabra.
Segunda corriente, para ella, la vida, sus palabras: "si yo muero, ¿dónde metería mis libros, y lo que más quiero, mis pinceles, mis telas?". Eros, del psicoanálisis y de la creación, del psicoanálisis acotado al arte en lo que el análisis es creación...
Concluyamos sobre el estilo de su discurso. Ella hablaba en capas de palabras, evocando el acto de pintar, sedimentos sobre sedimentos, dejando suponer un sedimento primordial... Materialidad del significante, corporeidad de la palabra para un deslizamiento menos errático de las capas las unas sobre las otras. Mirada organizadora de su acto de lenguaje. Así este sueño en el que se muestran sus capas de palabras, "una exhibición" del deseo del analista: "Ud. me escucha a través ellas, el velo, la tela, el polvo, pero yo no las veo". Dimensión de la castración, ¿no es el inconsciente momento y lugar donde la palabra en un saber propiamente no sabido cesa de pensar? De esta falta del saber, el sujeto del inconsciente viene a ser el reflejo. Ello sería relativo a esta denegación en la que el juicio de atribución preexiste al juicio de existencia: El inconsciente es primero lugar de una falta antes de existir.