EL FINAL DE ANÁLISIS Y LA CUESTIÓN HOMBRE-MUJER EN CUANTO VALORES SEXUALES

MARTINS CONSIDERA Isabel


Partiré, en relación al título que le di a mi trabajo, de una hipótesis que también puede ser un subtítulo para el mismo. Se trata de algo que extraje de las últimas clases del Seminario XVIII de Lacan: que, en el límite de lo real de la experiencia del análisis, la función del analista es despegar la función que una mujer introduce.

La cuestión que pretiendo tratar puede ser aún así formulada: ¿cómo puede el analista, en un análisis, llegar a estar discursivamente situado, de manera que pueda operar a fin de despegar esta función que puede introducir una mujer?

¿En qué punto de avance discursivo es necesario llegar, en un análisis, para que esta cuestión lógica se presente en la experiencia? ¿Dónde localizar esta cuestión? ¿Por qué dije que esta función la puede despegar el analista, con la condición de que se presenten los interrrogantes que señalan el final de análisis? ¿Y por qué es una función que está forcluída en otros discursos, incluso en el discurso del psicoanálisis? Es lo que voy a tratar de puntualizar en este trabajo.

La primera condición para que esta cuestión pueda llegar a ser formulada es que se trate de un ser hablante. Como ser hablante se entiende aquí a aquél que habla en un análisis; aquél que empieza, entonces, a tener idea de cuan sometido está a los efectos del goce que el significante produce en el lenguaje, o, en otras palabras, que en el habla de aquél que habla, el falo, en cuanto significante, tenga función. Esta situación del sujeto es algo que sólo se logra por su engendramiento en el análisis mismo, lo que le posibilita a aquél que habla cierto alejamiento de lo que lo captura, en cuanto goce en el deseo del Otro, y, por lo tanto, puede empezar a formular preguntas sobre su manera propia de funcionamiento, es decir, su síntoma, mientras éste se presentó como patrón de goce en el inconsciente, y así puede empezar a escuchar algo de lo que habla, o sea, de aquello que dice, cuando habla.

En este momento de un análisis, el hecho de que esté la tarea analítica en relación a la función fálica, aquello con que él que habla se depara, en los límites de la investigación por esta función, es el malestar que acomete a los seres hablantes, lo que Lacan formula como una cuestión lógica y gramatical, en términos de la frase: no hay relación sexual.

Esa frase gramatical tiene un alcance lógico, que puede ser situado, en lo que atañe a la Tabla de la Sexuación, en relación a las fórmulas proposicionales, que están en el lado izquierdo de la Tabla, es decir, en el lado hombre. En esa vía de articulación, de lo universal y de lo necesario, aquél que habla, en análisis, se depara con la categoría lógica de lo imposible, o sea, que no hay relación sexual, en el sentido de que es imposible que se escriba, es decir, que no cesa de no escribirse.

¿Y por qué no cesa de no escribirse? Porque no hay en el inconsciente inscripción de la distinción hombre-mujer. Sabemos, desde Freud, que la libido es masculina y que el niño y la niña están situados en relación al falo en cuanto falta de pene en la madre. De ahí, por la vía significante del falo, se llega a la cuestión lógica del ser y del tener, una lógica a la cual también sólo se tiene acceso por operaciones discursivas. Lógica ésta que trabaja Lacan en el escrito la significación del falo y en varios seminarios. Se trata de un punto límite de avance discursivo, que está en el hiato entre el discurso de la histérica y del amo, donde el falo tiene función precisamente por lo que se oculta en los misterios de lo femenino. Y donde, en la relación entre los sexos, por estructura, el hombre traiciona si una mujer se sitúa en relación al falo como dando, en el amor, aquello que ella no tiene, y la mujer es infiel a un sólo hombre. Esta cuestión, Freud la sitúa en análisis terminable e interminable, en términos de temor a la pasividad, por el lado del hombre, y envidia del pene, por el lado de la mujer.

Como he dicho, éste ya es un límite discursivo al cual se llega en un análisis. Es un punto de fracaso en relación al falo como órgano, por la entrada del significante en cuanto causa de los efectos del goce. Esto tiene importancia en el posicionamiento del sujeto por lo que respecta a la castración: si en términos de impotencia-omnipotencia, que mantiene la permanencia en el goce unificante, o por la categoría lógica de lo imposible, donde el sujeto realiza que él no tiene un órgano que haría el Uno del goce unificante, en la conjunción de sujetos del sexo opuesto, ya que lo que ahí se localiza es una inconmensurabilidad.

Habiéndose llegado ahí, la cuestión es: ¿cómo relanzar la apuesta, es decir, cómo relanzar el a que es lo que permite seguir y operar en un análisis? En este punto, ubico la hipótesis que discuto en este trabajo. Dice Lacan, en el Seminario XV, que este punto, donde están implicados quienes escuchan como analistas, es el único punto vivo en un análisis porque puede hacer con que la práctica tenga consecuencias. Él dice también que los analistas han retrocedido frente a él, haciendo con que la práctica siga sin consecuencias. Se trata de un punto que interroga intensamente a los analistas en relación a la función del sujeto supuesto saber, función que puede ordenar los efectos de la transferencia en los diferentes discursos, pues aquello que el saber construye - eso no ocurre por si sólo -, alguien ya lo sabía.

Dice Lacan que el SsS, del cual el analista necesita hacer soporte para caer, para "des-ser" de serlo, ya que el analista no puede serlo, viene siendo dejado fuera de los análisis. Los analistas han permanecido en la corriente de la lógica, que deja fuera el SsS, por apuntar a la maestría o en la corriente histérica, que lo deja en la falacia. Los analistas que escuchan han retrocedido frente a su acto y han tomado la cuestión del SsS como superflua, como lo hace el cientista, o lo dejan fuera, como el lógico, o ponen música alrededor, haciéndose sus representantes, como el filósofo; sólo no han hecho el soporte de él para su acto.

Sin embargo, según Lacan, la lógica, en neste punto, puede tanto ocultar la inconmensurabilidad, si va ella al lugar de la verdad, como también puede ser la lógica un auxilio para evitar confusiones respecto al estatuto del analista. Así lo es porque la lógica sólo se presenta y se establece a partir de una definición ya muy articulada, donde ella nos puede mostrar desniveles y descompases. Y además, añade que el punto, donde la lógica puede auxiliar al analista, es aquél en que ella no consigue librarse del SsS, que es justamente en la forma del trazado de la llamada lógica matemática. Hay algo allí en que - dice Lacan - podemos encontrar el trazado de aquello que se sitúa para el analista, en términos del punto donde éste debe situarse, para su acto. Punto que tiene que ver con la dimensión de la verdad, pero si va la lógica al lugar de la verdad nada cambia. En este punto, hay que dar todo su peso a la dimensión de la verdad para que algo cambie.

Este punto es el lugar donde los que escuchan como analistas han retrocedido en hacer el corte con las amarraduras del núcleo verbal del yo, punto en que Lacan dice que desliza, en cuanto a, el analista, y vuelve al mundo esférico, cuando, como él lo dice, el mundo es tórico. En este punto, hace falta relanzar el a, en la vía de la función del escrito, mientras éste tiene que ver con el real lacaniano y que no va en la dirección de cuestionar la relación, por las proposiciones del lado hombre, por la vía del falo en cuanto significante, por donde se llega a la categoría de lo imposible, es decir, que la relación sexual no cesa de no escribirse, sino, en la dirección de interrogar el falo, en términos de su condición de verdad. Esta interrogación de la condición de verdad del falo, que tiene que ver con las fórmulas que están del lado derecho, lado mujer de la Tabla de Sexuación, cuestiona el valor del falo en cuanto instrumento, en cuanto cálamo.

Para que las cuestiones que tienen que ver con la condición de verdad del falo puedan emerger para aquél que habla, en un análisis, es necesario que el analista haga el soporte que permite al escrito tener función, en relación a la dimensión de la verdad, como trazado, en el punto en que, en el campo de la lógica matemática, la lógica, por no conseguir rechazar el SsS, nos indica donde el analista se sitúa para su acto, punto donde hay algo de la función de la mujer a ser despegado, en la vía de lo real, que es diferente de la vía de los misterios de lo femenino.

Lacan dice que la función de la mujer sólo se despega en lo que el matemático pide en términos de multiunidad. Ese pedido del matemático surge - de acuerdo con la lectura de Lacan - a partir del momento en que se presentó la necesidad del trazado para la demostración euclidiana. Esta necesidad del trazado dificultó el pensamiento matemático, y, a partir de esto, todos se vuelven locos porque: ¿ese triángulo que será trazado será un triángulo general o un triángulo particular? La función que tiene esta multiunidad es saber que el Padre allí está. El Padre allí está en su función radical; allí está en la función que tiene la multiunidad, donde la función de la mujer puede despegarse.

Como he dicho, por la vía de las fórmulas del lado mujer, lo que se cuestiona es el falo, en su condición de verdad; se cuestiona por la función del escrito, que lo ubica en cuanto instrumento en relación al goce real, hecho de efecto de letras que vuelven en el significante reprimido y hacen trazado. En este punto, se puede hacer una vuelta sobre lo real, que pasa en cada uno de los agujeros de los diferentes discursos, en lo que respecta a los valores sexuales que son hombre-mujer, en relación al valor de goce del falo como significante en el lenguaje. Punto donde la política de la conveniencia en torno al goce viene manteniendo a todos mudos, conservando, así, el deseo atado, de una determinada manera, al significante Nombre del Padre, mientras hace equivalencia con el falo. Una mujer, por ser no-toda goce fálico, puede escribir lo que se puede inscribir justamente por no serlo, y ésta es la función discursiva que una mujer introduce, si el analista sostiene el "des-ser" del sujeto supuesto saber en este punto discursivo. Este goce real hecho de efecto de letras es lo que determina la práctica, en el sentido de que ésta venga a tener consecuencias, consecuencias en términos de cambios en el goce real, que cruza el agujero de los discursos; pero esto sólo si se presenta el analista para su acto.

Tan solamente ahí, realmente, hay cambio y no recuperación de goce, en el sentido de que se pueda salir de esto, que es primevo en relación a lo que atañe al Padre Real en la estructura, y donde viene manteniéndose la amarradura del símbolo, en términos de la cuestión Nombre del Padre, en equivalencia con el Falo. Esta operación se localiza en el hiato entre los discursos del maestro y analista, es decir, en el punto donde la lógica, si no oculta la dimensión de la verdad, sitúa, por el campo de la matemática, el punto del trazado donde el analista necesita situarse, para despegar la función que una mujer puede introducir.

Si algo se escribe en un lugar matemático, que no es uno cualquiera, una vez que la lógica de la castración está en relación a lo imposible de escribir la relación sexual, en el sentido de que no cesa de no escribirse, sólo puede ser algo por la vía del contingente, por el lado mujer, en el sentido de que para de no escribirse. El hecho de que algo se escriba, abre para dos corrientes. Por una de ellas, se pulverizan las letras, que regresan en relación a eso que se intenta ser, en el lugar del goce materno, goce unificante, según los significantes paternos, o sea, se interroga así el pacto simbólico que permite alguna realización en la comunidad de los humanos, que tiene que ver con la función de lo sagrado, pero que en lo simbólico mantiene el deseo atado a la compulsión de destino, en cuanto goce real, donde y con lo cual, entonces, se puede hacer un corte, corte con la manera como el sujeto viene escribiendo las letras, haciendo relación donde no la hay. Por la otra corriente, las letras que ahí no hacen consistencia de ser, porque no pueden ser escritas, son las que autorizan al analista a sostener su práctica, es decir, su acto, que es hacer soporte del SsS para su "des-ser".

Esa función, que una mujer introduce, está forcluída en otros discursos, aun en el del psicoanálisis, y sólo el analista puede despegarla, por operaciones discursivas, lo que tiene que ver con los puntos cruciales del final de análisis para Lacan, es decir, tiene que ver con el real lacaniano, con cambiar el goce real que pasa en el agujero del discurso del maestro y nos aplasta el deseo, goce real que es posible cambiar por operaciones discursivas, por lo tanto, se trata de un goce real que decide la práctica en términos de que ésta venga a tener consecuencias. Enfin, la función que una mujer introduce es la heterosexualidad, tanto para un sexo como para el otro sexo.