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EL AMOR EN TEMPO DE TRANSFERENCIA
GÁRATE-MARTÍNEZ Ignacio
La clínica psicoanalítica es clínica del equívoco
y la estructura de tal equívoco se organiza en torno a la transferencia.
¿ Y qué es la transferencia ?
Acaso se pueda decir que la transferencia es una de las formas del amor
en donde el objeto amado (el analista en un momento de emergencia en la
dirección dce la cura) se zafa, se escabulle ante la solicitud
del amante (el analizante que le dirige su demanda y le sitúa en
posición de otro mayúsculo) ; no responde. ¿ Por
qué ? Quizá porque sabe que, si responde, se consumirá
la pasión en la ilusión de poseer cuya única finalidad
es la procrastinación de la muerte. Pero seguro que también
porque apunta hacia otro espacio más allá del objeto, un
conjunto vacío en donde nace la verdad. Así, la transferencia
nos muestra su asimetría como fruto de dos desyoizaciones asíncronas.
JACOB Y MOISES
El encuentro con Michel De Certeau en 1982 me inspiró esta pregunta
: ¿ En qué puede consistir una petición sin objeto
? Está claro que se trata de una pregunta fundamental para comprender
algo mejor la arqueología del amor.
Es difícil concebir que el hombre ama cuando es mujer sin considerar
por un instante el relato de Jacob en el Génesis : al acabar la
construcción de su nombre y su deseo como nombre, Jacob recibe
un límite ; la cojera o el déficit que acompaña el
efecto de darle un nombre a su deseo (Israel, o sea ni Dios me hará
ceder) se construye con el mismo material significante que la mujer (isha)
que, precedentemente en el relato del Génesis fue llevada contra
(kenegedo [2, 20]) el hombre, junto a su borde o límite ; sabemos
muy bien hasta qué punto y desde el principio, la corrupción
del "contra" divino transformado en "con" masculino
(imadi [3, 12]) va a reducir de modo iluso la diferencia que le confiere
a la relación sexual su caracter de conjunto vacio. Se trata del
significante hebreo que se pronuncia (tsela [2, 21-22/ 32, 32] ) y que
designa unas veces la costillas, otras el costado, y otras la cojera.
De este modo, para condescender al deseo, Jacob-Israel tiene que renunciar
a su gozo.
EL YO DEL ANALISTA
Nos podría extrañar que una práctica de charlataneo
en donde la ética consiste en no responder a la petición
del analizante, comience con el reconocimiento de esta petición,
como petición de análisis. El analista sabe perfectamente
que los significantes que le dirige el analizante no van destinados a
él ; lo sabe desde el 6 de diciembre de 1896, y por eso no confunde
el origen del análisis con su comienzo ; antes de que fundase su
práctica al responder a una petición de análisis,
esta petición ya existía, aunque dirigida a Otro perdido
para siempre y cuya pérdida repetía el sujeto a través
de sus objetos de amor, siempre insatisfecho, siempre ensombrecido.
La diferencia se encuentra en la respuesta : allí donde el analizante
formula una solicitud de beneficios, responde el analista escabullendose
y cuestionando de este modo el deseo del solicitante. El amor como mediador
entre el gozo y el deseo consiste en este escabullirse ; así se
subvierte el Bien querido por el otro en provecho del eros que el otro
ignora de sí mismo.
La ignorancia del sujeto de lo inconsciente sólo puede actuar a
costa de la doctrina del Yo del analista : esta es una de las maneras
de comprender la docta ignorancia como soporte del acto analítico
por parte del analista. La persona del analista sufre en su esencia en
provecho de un acto del que ignora cuál es su consistencia real
; lo que si que sabe es hasta qué punto su acto exige la disolución
de su Yo: su desyoización (o sea despojar la imagen narcisística
de su Yo de todas las formas del deseo en donde se constituyó).
EL YO DEL ANALIZANTE
No es verdad que las mujeres se ajustan o combinan con el hombre, como
tampoco lo hace el Yo del analista con el del analizante. El gozo al que
el analista renuncia en favor de su acto, no se ha de sumar, como un plus,
al ideal del analizante. Este gozo es un punto de donde placer y sufrimiento
no se diferencian, ni tampoco se contradicen, puesto que son inconscientes
(y asi lo comprendia Raimundo Lulio en el canto séptimo del Amigo
y el Amado, antes del año 1300) por eso el gozo no tiene que ver
ni con la fruición del objeto o goce ni con el orgasmo.
La práctica del análisis causa daños al Yo del analizante
; perjudica al engaño, a la ambigüedad y al error en donde
se complace su mala fe ; daña también la subordinación
de su ser a la ley del reconocimiento en donde se produce el espejismo
narcisístico de una captura imaginaria. Y la disolución
de esta captura imaginaria comporta también pérdidas de
su Yo en favor de su existencia : una desyoización (o sea la subjetivación
de su muerte en el análisis).
LA PAREJA NO ES UN PAR
El capricho de un comercio de calzado nos hizo notar, un día con
una amiga, que si uno admitiese llevar zapatos diferentes uno de otro,
ya no llevaría un par de zapatos sino una pareja, incluso si su
diversidad al calzarlos nos produjese cierta cojera… Por eso se trata
de una diferencia no complementaria, una desigualdad asíncronica,
una disimetria en cuanto a las finalidades, que prohibe que se conjugue
el "yo" en "nosotros" y funda a la vez la imposibilidad
del nosotros como base de la pareja en torno a un conjunto vacío
en donde cada miembro de la pareja se situa de un lado, o sea que construye
uno de sus límites : el surtido o el relleno, como el del arca,
se quedó vacío ; el objeto del deseo no se puede compartir
; solo su ausencia se hace presente a la sombra de cada lado, sombra que
enmarca este vacio y su contorno, sin el cual la ausencia del objeto del
deseo se confundiría con el mundo puro, con lo imposible.
El amor en tempo de transferencia es una pregunta planteada a la existencia,
sobre la apertura que se espera al renunciar a decir "nosotros",
en favor de un hacer (con)juntos a partir del vacío. El efecto
creativo nace o al menos se espera de ese vacío. Eso es lo que
Maud Mannoni recordaba cuando decía : "dos no necesitan ir
pegados cuando andan juntos".
EL AMOR TRAS LA TRANSFERENCIA
Cuando nos toca el ala de la muerte, cuando la soledad se encarna en nuestros
cuerpos como límite, cuando se termina el análisis, ¿
Qué tiempo hace ? ¿ Existe acaso un tiempo para el amor
tras la experiencia de una transferencia ?
La experiencia de la transferecia no es un antídoto contra la represión
y las fuerzas que obran en su favor siguen igual de vivas tras el tiempo
de la trasferencia que antes de su alianza.
Ni la fusión de los cuerpos (porneia) ni la confusión de
los géneros (moikhon), nos hablan del amor de después de
la transferencia ; sólo el escabullirse preserva su huella ; lo
que se escabulle como desaparición o sustracción (Tan fiel
a su dolor y en sombras encerrada, hasta su fama incluso así se
le zafaba, Racine. Brit. II, 2.), como límite de lo que se comparte,
lo que se zafa, como cifra, como trabajo de la letra, del trazado de la
letra contra la fusión de las miradas y la ilusión del compartir
los cuerpos. No hay acto sexual que constituya una relación, incluso
cuando nos dedicamos a hacer cantidad de gestos que se parecen al amor.
El amor tras la transferecnia consiste en el reconocimiento de este conjunto
vacío, de la imposibilidad de alianza más allá de
la muerte -la muerte como irrepresentable-, más allá del
significante. El amor es una alianza en torno de los significantes, una
guerrilla sin reproches que rechaza la capitulación del uno al
otro, y que sabe muy bien que ya no se podrá nunca soñar
con perderse, mecidos por una concha en el bosque tupido de frutos y de
olores.
Es un renunciar al Yo para que el otro exista, porque el otro existe y
porque su existencia me brinda una alternativa, alternativa a la servidumbre
hacia las fuerzas grises del Superyo, alternativa a través de la
letra, a través de la alegría renovada de la letra, de las
letras de amor.
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