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Avances Lacanianos del Inconsciente Freudiano
DOMB Benjamin
Lacan habla insistentemente de dos faltas, también topológicamente
señala dos agujeros y los diferencia, tanto en la estructura del
toro como en el nudo borromeano. En este trabajo me ocuparé de
delimitar estas dos faltas tanto por su incidencia en nuestra práctica
como por su valor teórico y porque marca, a mi criterio, lo que
podríamos llamar el avance lacaniano del inconsciente freudiano.
Una de dichas faltas, se debe a lo que Lacan llama "el defecto central
en torno al cual gira la dialéctica del advenimiento del sujeto
a su propio ser en la relación con el Otro, debido a que el sujeto
está primero en el campo del Otro. Esta falta retoma la otra falta
real anterior, que ha de situarse en el advenimiento del ser viviente
en la reproducción sexuada. La falta real es lo que pierde el ser
viviente, por reproducirse por la vía sexuada. Esa falta es real
porque remite a algo real, que el ser viviente, por estar sujeto al sexo,
queda sometido a la muerte individual "(1).
Más adelante continuando con estas dos faltas -una Simbólica
y otra Real; una retomando la otra, va a hablar de la superposición
de estas dos faltas, en el sujeto y en el Otro(2), Lacan pone el acento
en lo que nos va a interesar en esta ocasión "el sujeto encuentra
una falta en el Otro ", esta falta no se confunde con su propia castración,
sino que este encuentro con esta falta del Otro, vuelve necesaria la operación
de castración.
¿Cuál es esta falta del Otro de la cual el fantasma viene
a resultar su respuesta?.
Fue nombrada, esta falta, castración del Otro. Lacan se empeña
en señalar que en el análisis no solo se trata de la castración
del sujeto sino fundamentalmente de la castración del Otro. Sin
embargo, ubicar esta castración del Otro ni es fácil para
el sujeto ni lo es tampoco en la teoría psicoanalítica.
Freud planteo la castración del sujeto como límite del análisis.
Lacan la extendió hasta castración del Otro.
¿De qué castración se trata?
Fue necesaria la producción por parte de Lacan de las formulas
lógicas de la sexuación y establecer como fundamento del
psicoanálisis "no hay relación sexual" para comenzar
a darle una nueva ubicación a lo Real, que no depende de la función
paterna, lo Real está más allá del padre. La operación
de castración en el hijo eso no ha de confundirse con lo que se
llama la "castración" de la madre. El Otro barrado cobra
otra significación.
A partir de las formulaciones lógicas de la sexuación se
demuestra, por el lado llamado hombre, que para admitir la castración
del sujeto debe de existir uno, el padre, que le dice no a la castración,
$x fx, en ese sentido el Otro no está castrado. Del otro lado de
las formulas, llamado mujer, nos encontramos que "no existe ni uno
para decir no"
$x fx, es decir inexistencia, "no hay Otro", esto hace que la
mujer sea no-toda fálica. Se ha producido un salto, del Otro absoluto,
del padre castrador siendo él a su vez un no castrado, a la inexistencia
del Otro.
Nos preguntamos ¿no podría haber un Otro que sin ser absoluto,
exista?. Esta es la cuestión que se presta muchas veces a confusión,
no se trata del otro real que es a su vez R.S.I., sino que remite al Otro
en tanto parte de la estructura del parlêtre, lo que hace posible
a la vez que se instale la transferencia, se trata siempre de la función
de la suposición, es decir se supone al Otro, al Saber y al Sujeto.
Dos faltas en la constitución del sujeto que no se deben confundir,
ambas forman parte de la misma estructura: una falta se deriva de la entrada
en función del padre, cuyo resultado es la castración del
sujeto, es decir que el sujeto se inscribe en el universo fálico
y su escritura en la teoría es, f , significante fálico,
falo simbólico. Es preciso que se distinga del, S(A), significante
de la falta en el Otro, que remite a la inexistencia del Otro. Esta falta
es real y se presenta como imposibilidad de nominación.
Agreguemos, de todos modos que a lo Real no le falta nada y a las mujeres
tampoco. Son, tal vez, cuestiones elementales, pero no es lo mismo una
prohibición que una imposibilidad.
Estas dos faltas están presentes en el discurso del Otro trasmitido
por la madre. El niño las advierte de muchas maneras, no solo en
la presencia-ausencia de la madre, ella puede estar bien presente y su
presencia significar más aun la falta. Lacan lo dice así:
"En la experiencia del niño, es algo que se puede detectar
radicalmente. Él, le dice a su madre, me dices eso, pero en realidad
¿qué quieres? Él, la intima a que ella responda sobre
el objeto de su deseo"(3) , que ella a su vez ignora, aunque, en
el buen caso el hijo venga a ocupar el lugar de objeto de ese deseo, hay
sin embargo, en ella un más allá.
"Todos los ¿por qué? del niño no surgen de una
avidez por la razón, más bien constituyen una puesta a prueba
del adulto, un ¿por qué me dices eso? Resucitado siempre
de lo más hondo ¿qué es el enigma del deseo del adulto?
"(4). El deseo tiene esta doble raíz, no es solo la falta
del significante, de que el significante está en el Otro, sino
que además el Otro no dispone del significante que nombre su deseo
y ese es el punto que revela la inexistencia del Otro, que es con lo que
se confronta el sujeto en el fin del análisis, pero que además
ha buscado y también evitado encontrar durante toda su vida.
Es gracias a esta inexistencia que algo de invención le es posible
al parlêtre, inclusive es lo que da lugar a su propia existencia.
Lacan va a profundizar en esta interrogación mostrando como el
sujeto, puede llevar al límite su demanda al Otro, al límite
de poner en juego, de responder con la falta antecedente, con su propia
desaparición, para situarse en el punto de la falta percibida en
el Otro. "El primer objeto que propone a ese deseo parental, cuyo
objeto no conoce, es su propia perdida. El niño se propone como
objeto y en falta. ¿Puede perderme? El fantasma de su muerte, de
su desaparición, es el primer objeto que el sujeto tiene para poner
en juego en esta dialéctica y en efecto lo hace "(5). Esta
pérdida de objeto dejaría al descubierto dicha falta.
La respuesta fálica intenta agotar el deseo y este muestra su incolmable
satisfacción de los modos más insólitos (la infinita
producción de objetos en nuestra sociedad son una muestra más
de este Real).
Solo hay deseo en tanto hay falta, aunque lo contrario no se verifique,
es decir, puede haber falta sin que se constituya el deseo. Para que se
construya el deseo hace falta que exista un Padre, entendido como función
de castración.
El niño demanda ser nombrado y de alguna manera lo es por un significante
del Nombre del Padre, este significante que opera la represión
no alcanza a decir la falta. El niño, como el significante, viene
a constituir un "uno en más" en relación a la
falta real que habita a esa madre, a la cual en tanto mujer no le falta
nada. Ahora como madre tiene un hijo, uno en más, en relación
a esa nada que la habita.
Es el intento simbólico y también real de suturar eso que
se lee, desde el lugar del padre, como falta.
En el buen caso, la falta persiste, y el sujeto encuentra el lugar donde
constituirse. Es decir, que el niño, para que la falta persista
no llega a realizar el proyecto materno, el ser nombrado para la función
de taponar esa falta. Cuando la voz de la madre trasmite el decir del
padre, el no, que nombra esta falla del nombre de recubrir lo real, esto
alcanza para detener la boca de cocodrilo. Es algo tranquilizador, es
un palo que está ahí en potencia, es el falo, que no sutura
la boca del cocodrilo sino que la deja bien abierta para que no se devore
a la tierna criatura.
Este Otro encarnado en el padre no solo dice no sino que además
hace intervenir su "pere-versión", hace de una mujer
objeto a causa de su deseo, acoge para si el goce femenino y de esta manera
protege al hijo, evita que este goce se vuelve sobre el niño.
Este Otro encarnado en la madre y que transmite el no del padre, no puede
nombrar su deseo, es en esto que ella inexiste. En este punto, algo acude
en sostén de ese niño, desfalleciente, en afanisis: el objeto
a, de esta manera construye su fantasma en respuesta al enigma del deseo
del Otro. Es este engaño lo que le permite sostenerse en relación
a esa falta del Otro.
Es en esta interrogación por el deseo materno y en el intento de
obturar su falta que el niño construye su fantasma fundamental,
aquel mediante el cual, si bien por un lado logra estabilizar su estructura,
a partir de allí, ese fantasma será la medida de su realidad,
realidad fantasmática, también a partir de allí establecerá
una relación al Otro que solo el fin del análisis alcanzará
a remover.
- Jacques Lacan
Seminario XI, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis;
clase del 27 de mayo de 1964.
- Jacques Lacan, ídem.
- Jacques Lacan, ídem.
- Jacques Lacan, ídem.
- Jacques Lacan, ídem.
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