INCONSCIENTE Y TRANSMISION

CHARMOILLE Jean


(Qu'est-ce que l'inconscient ? La chose n'a pas encore été comprise(
J. Lacan. La méprise du sujet supposé savoir.
Institut français de Naples le 14/12/1967

Si queremos tratar de transmitir la singularidad del inconsciente descubierto por Freud, no debemos olvidar que hay una contradicción de estructura, localizable en Freud y nombrada por Lacan, entre el deseo, carga del analista, deseo enunciado como x por Lacan, y la resistencia que no cesa de descargarlo.

Nuestro punto de partida esta ahí, en ese clivaje propio de todo ser humano y, por tanto, del analista. Su lectura de los textos de Freud y Lacan, su práctica y los procedimientos institucionales en los que se compromete, pueden llevar al analista tanto a oscilar entre un adentro bueno que alberga los verdaderos significados y un afuera malo, en el que arroja los significados falsos, como a convertirse en un buen entendedor, el del inconsciente freudiano. Pero, este último ¿qué es?

A partir del chiste descrito por Freud, Lacan propone una dialéctica del inconsciente en la transferencia a nivel de un anudamiento fuera del pensamiento entre el Otro y el sujeto, según una temporalidad inédita hasta entonces que transmuta la dualidad del yo que habla y del otro. Por esta abertura abordamos la puerta de los avances lacanianos del inconsciente freudiano, donde tendremos que desarrollar tanto los límites de los enunciados de Freud como significados del maestro, como el campo ilimitado de la significancia que no pertenece a nadie, puesto que se da.

A buen entendedor, pocas palabras...

Pensando que lo real está en el campo de lo visible, el auditor dirigido por el yo, guía intelectual, no puede más que ser alienado por la citada oscilación. Persuadido de que puede ponerlo en su lugar, como a todo, cuando es sorprendido, lo separa del significante que porta la carga: es lo que Freud llama represión. Lo que no puede saber, es que lo real no puede tomar lugar porque no es posible darle un lugar. Su ignorancia, es que es él lo que lo real desplaza.

El buen entendedor no lo ha olvidado (1). Lo ha descubierto en la transferencia cuando el desplazamiento regido por la metonimia ha sido súbitamente detenido. Afectado por lo real del objeto o del significante, sabe, desde entonces, que su virulencia es promesa de por-venir, pues vuelve para ser simbolizado. Como analizante, no ha olvidado (1) que en el punto en que el Otro no responde, escrito por una barra, A, presa del vacío de la soledad, no está a descubierto, ya que también puede, en ese momento, como sujeto, producir un significante asemántico, sin significado, si un pasador, cuya temporalidad es paradójica, le transmite la clave de la metáfora paterna que le da acceso a ese nuevo mundo, el de la significancia.

Antes de haber encontrado esta experiencia de la castración del Otro, no sabía que estaba limitado por su yo, que lo encarcelaba en las fronteras del principio del placer y del displacer. Era impensable, para él, que la significancia, esa fugitiva, pueda habitarlo y que él la habite. ¿Cómo pueden entenderse estas propuestas lacanianas con el inconsciente que se otorga a Freud?

(1) se trata de un acto, el de la imposibilidad de olvidar que concierne la represión original y no el olvido de algo
El inconsciente freudiano, un saber radicalmente Otro

Al enunciar un clivaje "por un acto de voluntad" (1) como origen de los síntomas, Freud se enuncia a sí mismo como entendedor dividido entre un adentro, lo aceptable, y un afuera, lo rechazado: es el "instante para ver", primer tiempo de un sujeto que osa avanzar solo, fuera del dominio de los estados de conciencia hipnoide de Breuer, pero dentro de los límites imaginarios del campo de la conciencia, siempre cortado en dos.

Luego viene "el tiempo para comprender". Es el tiempo en que él se encamina hacia la represión, intencional, que luego se revela producida por medios indirectos controlados por el yo. Los síntomas son su obra. Lo reprimido, inconsciente constituido como memoria, corresponde a recuerdos, representaciones y sus afectos, que la abreacción puede hacer desaparecer por la hipnosis en principio, por concentración y asociaciones dirigidas luego. Pero hay un enigmático "cuerpo extraño" (2), ya que no puede ser eliminado... Freud no esperaba este enclave, pero no retrocede. Se convertirá en el "núcleo patógeno", estrictamente inconsciente en el sentido de inaccesible, hecho de representaciones o procesos de pensamiento y rodeado de una cantidad de otro material mnésico organizado en tres capas que el trabajo debe encontrar. Este núcleo corresponderá, en la metapsicología de 1915, a lo reprimido original, mientras que el material accesible a la conciencia por el levantamiento de la represión secundaria, corresponde a la represión secundaria, origen de los síntomas.

El inconsciente es entonces pensado por Freud como un saber radicalmente Otro, debido a que el yo no sabe de entrada estrictamente nada. Se señala por formaciones de compromiso, en el preconsciente. La ciencia de los sueños, en 1900, define su lugar tópico en el que la cadena significante inconsciente obedece a dos leyes del lenguaje: la condensación y el desplazamiento. El lenguaje es la condición del inconsciente freudiano.

Pero Freud no ha terminado con este "extraño". En 1920, en el capítulo III de "Más allá del principio del placer" reexamina lo que había escrito forzado por la repetición, específica del material inconsciente, que se opone, como las resistencias, al volverse consciente del inconsciente. Aunque Freud está siempre en una lógica binaria en la que el yo lleva la voz cantante, también se erige en Otra Parte, dado que "subsiste un residuo suficiente para justificar le hipótesis de la compulsión a la repetición que nos parece más originaria, más elemental, más pulsional que el principio de placer que ella deja de lado"(4). Será necesario esperar el final de sus palabras para que no se descargue más sobre la dualidad que le lleva a decir que el objetivo del análisis es hacer consciente lo inconsciente: en este "momento para concluir", él se carga de ese resto que, por medio de la repetición, no cesa de insistir. Con esta nueva apuesta de más allá del principio del placer, volvamos al punto de partida.


(1) S. Freud, " Les psychonévroses de défense " in Névrose, psychose et perversion, P.U.F, 1973 p. 2.
(2) S. Freud, " Communication préliminaire " in Etudes sur l'hystérie, P.U.F, 1973 p. 4.
(3) S. Freud, " Psychothérapie de l'hystérie " " in Etudes sur l'hystérie, P.U.F, 1973 pp .233-234.
(4) S. Freud, " Au-delà du principe de plaisir " in Essais de psychanalyse Payot, 1981 pp. 63-64.


El llamado "de una ignorancia fecunda"

En 1892 Freud escribe, con Breuer, la comunicación preliminar que da cuenta del mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos. Al mismo tiempo, se interroga sobre la causa de los síntomas de una gobernante inglesa de unos treinta años, Lucy R... Al no encontrar satisfacción en un conflicto de afectos imaginario entre el deseo de quedarse para ocuparse de los niños que la madre le había confiado en su lecho de muerte y el de volver a ver a su madre, él asocia su cariño por los niños y el resentimiento hacia las otras personas de la casa y encuentra cierta representación "intencionalmente reprimida del consciente y excluida de la elaboración asociativa" (1) como origen del síntoma.

Un solo significado se impone a él: "sospecho más bien que Ud. está enamorada de su patrón, acaso sin darse cuenta..." La respuesta de Lucy R... no se hace esperar: "Si, creo que es así". Ofuscado, le replica vivamente: "Pero, si Ud. sabe que está enamorada del director, por qué no me lo dijo?"

¿Qué hace que Freud salga inmediatamente de su reserva imaginaria? ¿Reacción de puro prestigio en la que su yo, un instante desfalleciente, exige cuentas? La inmediacion significa más bien que es necesario cubrir rápidamente la falta del saber del Otro, A, incógnita que él encuentra y que no puede hacer reconocer por su pensamiento, como lo deja suponer la nota en la que se pone en escena, aquejado de una "ceguera de los no-ciegos".

Lo que Freud no puede pensar y que Lacan dice (2), es que el primero está situado en los límites imaginarios del saber todo sobre la verdad, "saber con ascendencia imaginaria... anti-saber, a saber el anti-inconsciente... cuya consistencia se opone al cambio". El yo, maestro de este prêt à penser, cree que puede acceder a la verdad. Pero es impensable, para él, que sea la verdad la que accede al parlante. Está totalmente sordo al llamado de encontrar, en el seno de lo ya sabido, el punto enigmático del que resulta un deseo causado por lo real y, por tanto, dirigido por ese maestro excepcional, hacia lo que aun no es sabido. Al no poder cargarse con ese fugitivo, que sin embargo su audacia percibe como no perteneciente a lo visible, se refugia en un discurso que culpabiliza y que encuentra un eco histórico ya que Lucy R..., como todo ser parlante, ha endosado esta pesada carga heredada de sus antepasados.

¿Qué habría ocurrido si hubiera podido no ser hablado inmediatamente por el non-dupe, ese que ya sabe, el acusador que más tarde llamará superyó? Hubiera podido ser sensible al mensaje silencioso de las palabras de Lucy R...: "Puesto que eso, ya lo he pensado, de qué sirve continuar juntos? Para que ella no interrumpa su cura después de la reaparición de los síntomas, hubiera sido necesario que él escuche el llamado de "una ignorancia" propuesta como "fecunda" por Lacan, el 12 de mayo de 1955, "dado que ella puede revelar la insistencia del deseo"?

Volverá a encontrar esta falta en el saber del Otro, A, algunos años más tarde en la ciencia de los sueños, en el punto en que cesan las asociaciones del que sueña, ombligo llamado "unerkannt"... No sabía que ya lo había entrevisto, sin poder pensarlo, en esa misma fecha de 1892, con el traumatismo como origen de los síntomas histéricos.

(1) S. Freud, " Communication préliminaire " in Etudes sur l'hystérie, P.U.F, 1973, p. 91.
(2) J. Lacan, " L'insu que sait de l'une-bévue s'aile à mourre ", Séminaire du 15.02.1977.
La experiencia del discurso

Definido como una situación en la cual el ser parlante no ha podido "descargar" una cantidad de afectos que debe "someter a abreaccion" (1), el traumatismo tiene una faceta objetiva. Para ilustrarlo, se considera una agresión en la que un sujeto, ofendido, no ha podido reaccionar: es lo que los autores describen como mortificación (Krânkung) que debe situarse del lado subjetivo.

¿Pero este clivaje, objetivable porque entra en el campo de lo visible, no puede ser recibido como una auténtica subjetivación? Esto supone que el entendedor no sea sólo un yo dividido entre un adentro y un afuera, ya que puede ocurrir como sujeto "dividido según una continuidad que hace de él un receptor del Otro que debe transmutarse en emisor para el Otro", según la formulación de Alain Didier Weill (2), que comenta la inversión propuesta por Lacan: "el emisor recibe del receptor su propio mensaje en forma invertida". ¿Qué ocurre si, con él, recibimos en el reparto esta carta freudiana, como una experiencia de discurso como invocación y no como realidad energética mensurable en la que el afecto queda "bloqueado?"

El traumatismo es promovido primer tiempo debido a que el hablante está fijado por la insistencia de lo real, momento del fading evocable como mortificación, en el sentido de tercio de muerte del yo. La apuesta de la transferencia en su relación con el inconsciente está ahí, en la medida en que este primer tiempo preside el tiempo siguiente, en el que la voz como pulsión, "la experiencia más cercana al inconsciente" (3), empuja la vida del sujeto del inconsciente que ocurre en un tercer tiempo, poniendo en continuidad, por su propia iniciativa, la pulsión de vida y la pulsión de muerte, trascendiendo así el dualismo freudiano. Freud ha transmitido esta temporalidad a partir del chiste. ¿Por qué no la ha integrado en su teoría de la transferencia?

El extraño pasador del inconsciente

He tratado de transmitir que la dialéctica del inconsciente intervenía como respuesta al encuentro de la falta de saber en el Otro, A. Este primer tiempo lo abre porque lo que aún no está simbolizado, otra manera de nombrar el real que insiste, llama al significante de los significantes, el significante del Nombre del Padre, nombrado por Lacan a partir del texto freudiano y afirmando que hay algo del significante, S, sobre el fondo de falta de significante en el Otro, A. Este significante, extraño pues no forma parte de los significantes reprimidos, pero al mismo tiempo no totalmente extraño, ya que es transmitido por la lengua de los antepasados, no deja de recordar tanto a este "extraño" que Freud encuentra en el origen del inconsciente como a ese "extraño pasador", S(A), a quien se debe todo avance.


(1) S. Freud, " Communication préliminaire " in Etudes sur l'hystérie, P.U.F, . 1973, pp. 1-13.
(2) A. Didier-Weill, " Pour un lieu d'insistance ", novembre 1997.
(3) J. Lacan, Séminaire XI, Paris, Seuil, 1973, p. 96.

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