DERRIDA Y EL PSICOANÁLISIS

de ALENCAR Ana


Il faut penser la vie comme trace avant de detérminer l'être comme présence
Jacques Derrida


No hay duda de que la revolución psicoanalítica del último siglo es una referencia importante para comprender y situar la desconstucción de Jacques Derrida. Si lo que se dice es inseparable del modo de decirlo, la convergencia entre Derrida y Freud se justifica doblemente: la teoría del inconsciente estaría tanto en la base del pensamiento de la différance, como en su estilo. Este, por otra parte a modo de síntoma, se reconoce en la economía de lo que se repite.
Hay una manera derridiana de leer, que consiste en recorrer los textos filosóficos y literarios de forma tal que indiquen los presupuestos que sustentan su propio significar. A partir de fragmentos mínimos, de detalles, diría un lector apresurado - una nota, un adverbio, el juego de la etimología, tal metáfora, el sufijo de un vocablo -, incansablemente, Derrida lee ( y escribe...). No se trata de entender el "desarrollo" de la idea en la expansión retórica del mensaje, sino de operar un trabajo de alteración profunda en el espacio sonoro del texto, se trata de desorganizar el lenguaje, de darlo vuelta. Leer/escribir, para Derrida, es injertar, transplantar, desdoblar intertextualidades, cuestionar contenidos por detrás de un tono, de la situación de un elemento dentro de un conjunto. Esa práctica de lectura llamada descontrucción, al mismo tiempo en que potencia la imaginación del lenguaje, testifica que en ella es posible construir la relación entre sujeto y enunciación. Tal vez sea por la perspicacia de esa lente de aumento que Derrida se aproxime más al psicoanálisis y a su escucha tan peculiar. La afinación del oído tiene que ver - freudianamente - con esa "obliquidad del tímpano". De ahí, tal vez, que la acogida de Derrida sea mayor en los medios literarios que en los departamentos de filosofía. La desconstrucción, como estrategia de lectura y método de investigación, transforma el estilo en pensamiento.
La convergencia entre Derrida y Freud también se relaciona con la articulación del concepto de sujeto en la comprensión de lo humano, vinculado al lenguaje. Se produce una revolución al aplicar la teoría del inconsciente al campo de la filosofía. La teoría freudiana del inconsciente remite a un cuestionamiento inmediato e irreversible de la metafísica de la presencia, de la identidad y del origen. Escritura, diseminación, différance, son nociones de la reflexión derridiana que debilitan la autoridad de la razón, el privilegio concedido a la consciencia que aparece en el pensamiento de Freud. La tradición metafísica hizo creer en la posibilidad estable de un modo de ser pleno, presente a sí mismo, definido fuera de cualquier referencia al cuerpo, a la ideología, al inconsciente. La época de las Luces reforzó en el plano político los supuestos atributos del sujeto en la figura del burgués triunfante: autonomía, libertad, representación, propiedad, emancipación, individualidad. Dichos valores, extendidos a la comprensión del lenguaje, se tornan blanco fácil para una crítica de la representación, en el marco de un idealismo humanista que no tenía en cuenta la contingencia propia del lenguaje.
El concepto de Nachträglichkeit, el verdadero descubrimiento de Freud según Derrida, caracteriza dimensiones de la temporalidad y de la causalidad que interrogan a las garantías de lo unívoco, de lo referencial, de lo lineal. Es en el juego de la reiteración y de la diferencia donde ocurre una dispersión constitutiva y sin reservas de la práctica significante, sin la cual no existen sujetos. En la Traumdeutung, Freud construye una verdadera máquina de escritura para explicar el psiquismo. Ese Apparat recibe todo como trazo: almacena, procesa, provee informaciones, crea entonces sus múltiples artefactos. Meticulosa, esa mecánica, esa theoretische Fiktion de la que habla Freud, es lo que hace que se articulen lo biológico, lo afectivo y lo social, traduciendo una economía de la diferencia a través de la cual la mente humana aparece como marcada por la imposibilidad de separar activo/pasivo, antes/después, presente/ausente, real/irreal. El psicoanálisis nos pone frente a una paradoja que refleja el juego de la différance derridiana: como sujetos, en el plano psíquico, somos atados unos a otros, y al mundo, al mismo tiempo en que somos trágicamente separados unos de otros, y del mundo, a través del lenguaje. Hay una alteridad absoluta y radical que construye y gobierna lo humano. La llegada al mundo depende de un lugar que condensa todas las diferencias (sexual, entre generaciones). La práctica del psicoanálisis tal vez sirva para conducir a un sujeto a la capacidad de renunciar a la pulsión de apoderarse y conseguir establecer relaciones de calidad, o sea, de no dominación, sobre el otro.
Si sin la teoría freudiana es imposible pensar, en el campo de la filosofía, al sujeto y al lenguaje, el aparato discursivo y conceptual del que Freud dispone para elaborar su objeto pertenece a la historia de la metafísica, y por lo tanto, a una tradición logocéntrica. En el psicoanálisis, son los conceptos binarios - imaginario/real, cotidiano/fantástico, normal/patológico, primario/secundario, metafórico/literal... - los que también van a convertir a Freud en blanco de un importante trabajo de desconstrucción. Pero el inconsciente o la escritura no son invenciones de Freud y de Derrida, aún cuando evoquen sus nombres, sino objetos teóricos que traducen una misma convicción: la de que es por aprender de qué dimensión unheimlich está hecho, de qué ausencia se teje su imagen en el lenguaje, que Narciso en ella comparece como sujeto.


Profesora de Teoría Literaria en la Universidad Federal de Rio de Janeiro - Traductora