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ROBERTO HARARI Cartel "Sexualidad en las psicosis"
(Presentado en el 1er Congreso de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el
Psicoanálisis Freudiano, en Paris, UNESCO, el 2/2/01, en el rubro "Lo
inconsciente en tanto sexual"). El propósito a investigar
en el cartel se desprende de varios de los desarrollos incluidos en mi libro Les
noms de Joyce (L'Harmattan, Paris, 1999), libro que se ha constituido en uno de
los fundamentos de la conformación y del trabajo del Cartel. ¿Qué
implica que 'se desprende' de tales desarrollos? Por un lado, su caída
en tanto efecto; por el otro, el anuncio de un comienzo de productiva distancia
respecto de los mismos. En concreto, se trata de hacer hincapié en lo que,
de modo equívoco, es nominado por Lacan -especialmente en su Seminario
23, Le Sinthome- como "lapsus del nudo". A mi juicio, es más
conducente nominarlos errores, esto es, tributarios del saber referencial, y no
generadores, de modo necesario, de nuevas articulaciones y de interrogantes a
su respecto. De otra manera: ellos no se reclinan en lo Simbólico, cual
lapsus "formación de lo inconsciente", por cuanto el real del
error lanza hacia el terreno de las supleciones -término más adecuado
que 'suplencias', en español- antes que al de la procura de la significación
oculta. Pues bien: esos errores, señalados por Lacan, suelen centrarse
en la cuestión del desatamiento del nudo y/o de la cadena debido a que
uno, o más, cruce/s, han sido mal realizado/s. Así, lo 'obtenido'
es un fracaso en el diseño de uno u otro de tales 'objetos': no hay nudo,
no hay cadena. Empero, si en el caso de esta última tomamos como paradigma
a la borromea, hete aquí que otro defecto capaz de impedir su concreción
se debe ya no a la carencia de cierto cruce inductor de la atadura -cláusula
restrictiva-, sino a un exceso de atadura, tal que el mismo exceso torna imposible
-real- la ulterior desatadura verificadora de la condición borromea. O
sea: 'habrá sido' cadena borromea aquella donde, al cortarse cualquiera
de las consistencias que la integran, el conjunto, en su integridad, se desata
(cláusula prescriptiva). Sin embargo, en una circunstancia -trabajada
por Lacan especialmente en sus Seminarios 21 y 23- esta última cláusula
se revela inviable, puesto que, al intentar el desatamiento completo de la cadena,
dos eslabones permanecen atados, pasando cada uno ellos por el agujero del otro
(violando, por ende, la cláusula restrictiva). En efecto: se trata del
encadenamiento olímpico, o de Hopf (figura 1). ¿Qué 'escribe'
este? De acuerdo con el Seminario 21, no otra cosa que la estructura propia de
las neurosis, ya que, en ese orden, el neurótico se muestra como irrompible.
Sin duda: estructurado. En cambio, en Le Sinthome, Lacan lo incluye -en su última
clase- a los fines de escribir una de las nominaciones de Joyce(cf. Les noms
,
op. cit.): es la referente a lo por él designado como ego (y no moi), el
cual viene a suplir la falla -o error- de la cadena borromea de tres no realizada,
no consumada. ¿Por qué? Porque R y S se encuentran atados olímpicamente,
en tanto I permanece suelto hasta ser 'emparchado' por el ego, en tanto cuarta
instancia adicionada para efectivizar la "reparación" (figura
2). Tal como refiero en el libro, a mi entender dicha designación lacaniana
obedecería al designio confeso de Joyce en pro de constituirse, según
el modelo de su admirado H. Ibsen, en un egoarca. De tal forma, su gobierno exclusivo
de sí no deja lugar al discurso del Otro, dado su desabono de lo inconsciente.
Así, él no se plantea interrogantes, sino que nos genera enigmas;
enigmas a los cuales, como cabales S2, nosotros procuramos dar respuesta. Claro:
respuestas brindadas al enigma como S1, quebrada ya su relación necesaria
con S2. De otro modo: el olimpismo escribe la clásica articulación
significante S1<-> S2, la cual queda desvirtuada por la escritura nodal
"bo". Empero, Joyce brinda testimonio -como apólogo, como paradigma-
de la coyuntura también insoslayable para la consolidación de cualquier
cadena bo: se trata de la aludida autonomía de los eslabones mediante los
cuales se inicia la cadena, los que -restrictivamente- no pueden pasar, cada uno
de ellos, por el agujero del otro. Sí, porque los mismos no dan lugar sino
a un falso agujero. ¿Cómo se gesta este? Pues deriva de la mera
superposición de los eslabones, y de la ulterior retracción (o rebatimiento)
de cada uno sobre sí (figuras 3a y 3b). Ahora bien, para que tales anillos
no se desprendan, y para evitar también el olimpismo, se requiere que una
tercera consistencia pase no por el agujero propio de cualquiera de las dos del
inicio, sino por el falso agujero diseñado por ambas. De esa manera, dicho
falso agujero se verifica, ahora, como real. ¿Y cuál es, al estar
de Lacan -siempre en el Seminario 23- dicha tercera consistencia, introducida
entre el sinthome (S) -que no es el ego, claro- y lo S (o inconsciente)? El Falo,
tomado allí en su necesario sesgo imaginario (figura 4). Dicho de otro
modo, y a contrario imperio: el olimpismo excluye al Falo (fi), restaurándolo
supletoriamente mediante una significación fálica de ribetes ingobernablemente
metonímicos. Mas metonímicos en orden a una suerte de deslizamiento
sin tope, sin benéfico lastre: incesante, desamarrado, torpemente homogeneizador
de los significantes, donde ni 'al menos uno' entre ellos se recorta como diferencial
del resto. Por ende se puede, como Joyce -de nuevo, en tanto apólogo-,
estar cargado de padre y, al unísono, 'tener el traste flojo'. Por consecuencia
el Falo, al atravesar como tercera instancia el falso agujero, sostiene al sinthome,
logrando la efectuación de lo que Lacan, ya en 1978, denominase "relación
intersinthomatique": hay un sinthome-él y un sinthome-ella, que es
lo que queda, que es lo que -nuevamente- resta de la imposibilidad de la relación
sexual (en tanto posibilidad, entonces). Y como el sinthome marca -ahora, en tanto
cuarto eslabón (figura 5)- la heterogeneidad de la cadena "bo"
-ya que la respectiva cadena de tres es completamente homogénea en sus
términos integrativos, a juzgar por sus cruces-, esa heterogeneidad, decía,
permite plantear la no-equivalencia. Y es con dicha no-equivalencia que se puede
lograr escribir la diferencia, la cual lanza a la relación con el partenaire-sinthome. Por
lo tanto, se trata de indagar los alcances y los límites referentes a la
escritura de la cadena "bo" de cuatro en las neurosis -como nominación
simbólica-, tanto como el sostén de la significación fálica
en las psicosis. En este último caso: ¿ella está ausente,
o su diseminación la torna omnipresente, quizás tomando como apoyo
a la mirada en tanto omnividente, y a la voz a través de las hablas impuestas?
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