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ARGUMENTO
" Avances lacanianos del inconsciente freudiano "
del 2 al 4 de fevrero del año 2001
UNESCO - Paris
Freud hizo de la hipótesis del inconsciente el eje del psicoanálisis.
Lacan quizo asegurar su consistencia. Incubirá a Convergencia hacer
perdurar estos dos giros fundadores del psicoanálisis.
El congreso de 2001 ofrecerá la ocasión de subrayar sus
modos de abordaje, principalmente sexuales y linguïsticos, éticos,
discursivos, clínicos, lógicos, tal que se destacan en el
nudo entre real, simbólico e imaginario, hasta llegar al síntoma.
Tributario del lenguaje, el inconsciente trama lenguas y discursos en
sus variaciones ; asi, se tratará de abordar las cuestiones relativas
a la " verdad ", a la " alienación " y a la
" transferencia " distinguiéndolas del esoterismo de
aquellas concepciones que hacen del inconsciente un "pot-pourri".
Más adelante, el reconocimiento de la realidad del inconsciente,
más allá del psicoanálisis, tiene efectos conexos
que considerarémos, en particular en los campos de los tratamientos
asistenciales, de las ciencias, de la política, de la moral y del
derecho, para facilitar un retorno desde allí a la práctica
psicoanalítica.
El inconsciente es la hipótesis fundadora del psicoanálisis.
El congreso inaugural de Convergencia en 2001 en Paris, se da como meta
el desarrollar a la vez este asiento freudiano del psicoanálisis
y su orientación lacaniana.
En efecto, el psicoanálisis no sobrevive sino a condición
de reavivar el alcance de sus enunciados. A la diferencia de los post-freudianos,
Lacan logró hacer este esfuerzo. Veinte años después
de su muerte, en la prolongación de su enseñanza, nos toca
ahora relanzar lo que constituye el meollo de la discursividad freudiana
: si la reinvención lacaniana se refirió a la función
y al campo de la palabra y del lenguaje, el objeto a resulta ser la invención
propia de Lacan. El hecho de que el discurso analítico, concebido
por él como lazo social específico, deba siempre ser fundamento
de nuevo, es una condicion necesaria para su transmisión. Hacer
valer la existencia de este nuevo tipo de lazo social es la apuesta de
Convergencia.
El inconsciente es el nombre que responde a la sorpresa que cada quien
encuentra en lo que Freud llamó psicopatología de la vida
cotidiana. Ahora bien, la particularidad del psicoanálisis es de
no desconocer, a partir del no saber, el referente sexual de todo saber,
y expresamente del saber inconsciente. Por lo tanto, el inconsciente no
puede encontrar su puesta en acto sino en la cura psicoanalítica,
incluso si esta cura no está más el lugar donde se esparce
el escándalo que provocaba la etiología sexual de las neurosis.
Pues uno no podría ser psicoanalista por derecho : un analista
no puede sostener su función sino a condición de cuestionar
sin tregua su propia apuesta.
Que un significante represente al sujeto para otro significante implica
que cada quien pueda captar, y a pesar suyo, en el meollo de aquello que
ocurre en la cura, un aporte a la convicción de la existencia del
inconsciente. Un lapsus, un sueño y, de una manera general, la
entrada en juego del sujeto del inconsciente merma a cada uno la ilusión
de una maestria yoïca de la existencia. Lo que siempre está
en juego es, entonces, el circunscribir las condiciones de la repetición,
con el fin de reconocer que el inconsciente participa a una lógica
cuyo efecto es el síntoma. Las diferentes formulaciones del concepto
de inconciente desde Freud reactivan así la práctica del
analisis y la inquietud por su transmisión. La formación
del psiconalista depende, a la vez, de este reconocimiento y de esta reelaboración.
Proponemos, en seis secciones, cierto número de aserciones que
constituirán otras tantas cuestiones para discutir en el congreso.
I. El inconsciente como sexual.
La insatisfacción de la pulsión es inaugural : no ha habido
jamás satisfacción inicial que se trataría de reencontrar,
aún si esta pasión nos ocupa a todos. " El objeto "
ya siempre estuvo perdido, como el Padre ya siempre estuvo matado. La
inovación de Lacan, patente desde el coloquio de Bonneval en 1960,
habrá sido de reconocer que la incorporación de la palabra
funda la pulsión.
Así, el saber inconsciente puede ser vivido como traumático,
estableciendo lo simbólico a partir de una hiancia (fálica),
metaforizada en tanto Nombre del Padre. Por eso es pertinente cuestionar
las proposiciones fundamentales de Freud con el aparato conceptual lacaniano
: pulsión de muerte, castración, escena primitiva, complejo
de Édipo.
En este movimiento, el " todo sexual " freudiano, no resuelve
el problema de la inadecuación de los goces entre el hombre y la
mujer, pues el falo constituye, por parte, un obstáculo a este
encuentro.
II. El inconsciente estructurado como un lenguaje
El heche de que el inconsciente sea estructurado como un lenguaje permite
enunciar el complejo de Édipo bajo las modalidades del significante.
En particular, la homofonía, la lógica y la gramática
son puntos nodales de la práctica freudiana que el trabajo del
sueño y el del chiste confirman. Así, el inconsciente (condensación
y desplazamiento, metáfora y metonimía) se aprehende en
la palabra que se descifra en los tres registros del real, del simbólico
y del imaginario.
La hipótesis lacaniana de la letra encuentra aquí su extensión,
en tanto que el acto psicoanalítico pone en obra el objeto a, el
cual representa la dimensión pulsional del lenguaje.
III. El inconsciente como ética
En psicoanálisis, la ética no supone ni la moral, ni la
deontología, ni la conveniencia, ni las buenas maneras...Este descentramiento
lleva hacia " el buen decir ", el cual se específica
por la adecuación lograda entre el enunciado, el acto y la enunciación.
En otros términos, la relacion del sujeto a su deseo se distingue
del capricho.
La lectura lacaniana del psicoanálisis encuentra en parte su
razón en la exigencia de hacer leíble el inconsciente freudiano,
frente a la evolución de las ciencias y del derecho, aún
si las aserciones cientificas desconocen el inconsciente.
La laicidad de la práctica psicoanalítica encuentra ahí
su razón. En efecto, el síntoma, en el sentido psicoanalítico,
encuentra su asiento en el discurso, en lo que éste implica como
goze, y de ninguna manera en una concepción médica del cuerpo.
Nos incumbre entonces interrogar lo real a través de los bordes
conceptuales particulares de cada disciplina, sabiendo que, desde el deseo
al acto analitico, el objeto a representa la pasión del psicoanalista.
IV- El inconsciente como lazo social
La práctica analítica de Freud rompió con la hipnosis.
Sin embargo hace falta aún que la transferencia permita tomar distancia
con todo tipo de identificación, incluso si el " maestro "
es ineludible, en tanto discurso : es únicamente por esta distancia
que se abre la posibilidad de comentarios diversificados del texto. Esta
desvío es la condición del discurso analítico y,
como tal, producto del lazo social.
V- La transferencia como puesta en obra del inconsciente
Del síntoma a la cura, la puesta en obra del inconsciente se
produce por la transferencia, en la medida en que ésta da cabida
a la palabra. El trabajo analítico es, pues, un método cuya
singularidad se reconoce por el hecho de que es el deseo del analista
quien funda ese proceso.
Así, la lectura del saber textual y del síntoma del analisante
se trama por el analista junto con la lectura de su propio análisis,
y en referencia a los textos de Freud y de Lacan.
VI- El inconsciente como exceso entre mito y lógica
La narración comporta dimensiones imaginarias, racionales y otras,
para las cuales los griegos crearon un modelo de lectura que podemos retomar
a nuestra cuenta para cuestionarlo. A partir del muthos despejaron el
logos como su formalisación racional. Sin embargo, algo escapa
necesariamente : una desmesura, una transgresión, un imposible
que interpretamos como ubris. El mito freudiano de la horda primitiva,
la teoría de las pulsiones y el complejo de Édipo pertenecen
a este registro. Que lectura lógica se puede entonces proponer
de ellos ?
Si aceptamos que no hay metalenguaje, la topología del sujeto
recusa la posibilidad de que haya verdad de la verdad y Otro del Otro.
Pero la investigación de una lógica que especifique la significancia
está confrontada sin cesar a la imposibillidad de render cuenta
de los fenomenos, ya que se encuentra enredada a otra. Para Lacan, (como
para el Freud) el discurso psicoanalítico implica negaciones distintas
de aquellas que valen clasicamente y construye modelos que no se refieren
a la topología de la esfera, asféricos (superficies y nudos)
que son otros tantos reales del inconsciente.
El nudo R.S.I.
Analizante o analista, el interprete hace operar la instancia de la
letra, que descifra en función de su propia posición estructural,
dándose él mismo a leer a partir de sus construcciones y
de su propia lengua, sin ignorar que le será necesario encontrar
otros lectores para situar y desplazar de tope en tope sus posiciones
y su inventividad.
El psiconalista está atento a la dimensión deseante de la
palabra, dimensión singular siempre a desenredar del discurso colectivo
portador de valores de referencia que se designan como ideología.
Es decir hasta que punto la singularidad del deseo no está dada
de entrada -de manera intrinseca- pues éste está habitado
por el discurso social, inseparable de su dimension política.
Así, el psicoanálisis comparte su objeto con la política
sin confusión de discursos y el psicoanalista no puede contentarse
de un trabajo de consultorio para encontrar lo social. La lógica
del inconsciente es entonces translinguïstica, puesto que la lengua
como el campo social operan por el lenguaje sobre el inconsciente.
Esta relación a la demanda del Otro define, para Lacan, la representancia
pulsional, tal como se organisa en la estructura cuadripódica (Padre,
Madre, Hombre, Mujer) del complejo de Edipo, manera para cada uno, de
tomar lugar en la sexuación y de hacer operar el fantasma lindante
con su sexualidad.
Para cada quien, lo real es, bajo estas relaciones, tributario de la elección
sintactica que retranscribe, según su valor a posteriori, la atribución
que este valor implica como requisito previo inorganizado. Lo real será
entonces captable a través del estilo, de los escritos, de los
objetos de cada uno : ni solamente poesía ni simplemente lógica
.
El deseo del analista es entonces el operador que permite escapar a
toda psicología, al subvertir la transferencia bajo la condición
de la puesta en acto de la pulsión, poniendo y aquella bajo la
incidencia de la alienación y de la muerte.
Mas, e incluso por parte de los psicoanalistas, la resistencia al psicoanalisis
es tanto un hecho de desconocimiento de lo que funda el inconsciente,
que un rechazo asentado sobre un corto circuito imaginario.
Guy Dana, Virginia Hasenbalg, Robert Lévy, René Lew, Jean
Szpirko y Hector Yankelevich
(Comisión de Enlace Francesa).
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